Batman v. Superman: Dawn Of Justice

Ante la misiva lanzada por Marvel durante los últimos años -encubierta con una apabullante ristra de películas-, DC Entertainment y Warner Bros reemprendieron el camino hacia una lucha cinematográfica total, para aquel espectador ávido de entretenimiento, concentrado en el devenir de sus personajes fetiche y nervioso por la conclusión. Algo de ello consigue Batman v. Superman: Dawn Of Justice, sin embargo, la trama, capitalizada por el enfrentamiento entre dos emblemas, queda huérfana de alma, sentido y esperanza. Durante 151′, Zack Snyder prefiere darle pescado a los fans, en lugar de enseñarles a pescar.

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Existe un problema con este tipo de películas, y es que no deben ser juzgadas desde una perspectiva subjetiva, y mucho menos fanática. Pero, de la misma manera, deben ser juzgadas por aquellos seguidores que guardan con pasión cada tramo de su infancia -algunos adolescencia-, en el que Superman y/o Batman copaban sus sueños despiertos. Desde que Snyder montó las bases de su particular Superman, en Man Of Steel (2013), la expectación generada en torno a su secuela ha ido in crescendo de una manera descontrolada. Tanto, que de ello se impregna la película. Repleta de referencias, alternando la historia de uno y otro, Batman v. Superman: Dawn Of Justice se olvida de calibrar la mirilla y apuntar a un objetivo verosímil, para estancarse en la acción intrascendente, el altercado con un más que correcto Lex Luthor, y una cocción demasiado alargada del «salvador» tercer acto. Inspirada en The Dark Knight Returns (cómic), pretende abandonar los convencionalismos del género, adentrarse en la oscuridad de dos superhéroes coetáneos, pero termina siendo ese caramelo envenenado que sorprende en un primer momento, pica y satisface cuando es mordido y se diluye con el tiempo. Como espectáculo es aceptable, incluso épico si el espectador atiende a la magnífica composición de Hans Zimmer y Junkie XL, como avance en la historia, es bastante nulo pero, sin duda, como peor funciona es cuando el director se encomienda a las ganas de convencer al público, de que ese es el producto que están esperando -esta vez, no es así-. El pretexto es una buena herramienta para crear expectación, pero sólo si cumple con ella, y, en este caso, Snyder peca de haber rodado como un fan adolescente más, algo alocado en ocasiones. Todo lo que consiguió demostrar adaptando Watchmen (2009), ahora se ahoga por el sumidero de la autocomplacencia y el hinchazón del tópico; todo es litúrgico, obvio y previsible, todo está supeditado a la supervivencia interna, pero con la grandilocuencia de los planos atropellados, los flash-back explicativos -que no explican nada- y una incapacidad, de ingenio y atención, para sintetizar una epopeya sobre cómo Batman contribuyó a que Superman le quitase media parte del pastel. Batman v. Superman: Dawn Of Justice es uno de los relatos más simplistas, sobre superhéroes, que se han hecho hasta la fecha. El desarrollo, en lineas generales, es escaso y decepcionante.

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Los personajes sufren una evolución desde el individualismo hasta el colectivismo, pero sin que el espectador pueda apreciar el cambio que supone para lo que les mueve íntimamente; el batiburrillo que conforman en las manos de Snyder está completamente alejado de lo que demanda una película sobre la luz y la oscuridad, el cielo y el infierno, y dentro de este, el de cada uno. Sólo logra impactar con Jesse Eisenberg, con ese Lex Luthor atormentado de Metrópolis, que abraza al Joker de Gotham. Dejando en la estacada a la Lois Lane de Amy Adams -aparece, pero en un constante rigor mortis-, la incorporación de Gal Gadot como Wonder Woman insufla savia nueva a la pugna entre un Henry Cavill que sigue sin encontrar la luz, y un sorprendente Ben Affleck, más cerca del mejor Batman que se ha visto. Quizá el cineasta buscaba la luz, en lugar de las sombras.

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Batman v. Superman: Dawn Of Justice está por encima de su precuela, pero aún mira con recelo a la enorme espalda de Christopher Nolan y su Dark Knight; hasta ahora, el único que ha sabido estructurar los temores de Bruce Wayne. A Snyder le ha pasado factura la propia inquietud, las propias tensión y presión por encumbrar una obra que, en lugar de servir como estímulo, lo hace como elemento devastador -en todos los sentidos-.

Sean felices.

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